miércoles, 5 de junio de 2013

Dpto. Lengua Castellana y Literatura. TRABAJO: RELATOS CORTOS SEGUNDO A Y SEGUNDO B

PROFESORA: HORTENSIA ALFONSO ALONSO

Historias de Caminantes   -Subgénero caballería y terror
 Lucía Quesada Betancor

Desperté congelado. En el Muro era normal el frío, pero este frío era distinto, diferente a su manera. La hoguera se había apagado hace horas así que decidí salir de caza para entrar en calor.
Cuando preparaba mi arco y mi carcaj escuché el sonido de un cuerno. <<Uno para exploradores, dos para los Hombres Libres y tres toques para Caminantes>> Sonó una... dos... tres veces. El miedo se apoderó de mí. Recogí todo a la prisa. No quería verlos, sabía que me matarían. Ellos no son personas, ellos no sienten.
Salí de mi tienda, la temperatura bajó bruscamente. Eso dejó de importarme cuando vi que ante mí, se alzaba un caballo. Un caballo blanco, blanco como la misma leche. Tenía agujeros en el lomo y el costado, se podían ver huesos putrefactos y su carne deshecha a través de ellos. Los ojos de su jinete se posaron en mí, ojos inyectados en sangre. Me fijé en su piel, era aún más blanca que la nieve que sembraba las altas montañas. Sus brazos con enormes agujeros dejaban ver su pútrida carne y sus astillados huesos. <<¡Por los siete infiernos!>>, pensé al ver la espada que descendía desde el costado de la criatura hasta las patas del corcel no-muerto. La espada era enorme, gigantesca. Nunca había visto nada igual, empezaba a sobrecogerme de miedo.
El caballo relinchó, y para mi sorpresa mis rodillas temblaron bruscamente, haciéndome caer al helado suelo. El jinete desmotó y a la misma vez, desenfundó su espada para posarla rápidamente sobre mi cuello. La punta de ésta estaba fría y tan afilada, que con su fino roce un hilo de sangre corrió de mi cuello hasta mis ropajes. <<¡Corre insensato! ¡Sálvate!>> Mis músculos no obedecieron a mi mente. Me quedé allí, frío y quieto, esperando mi muerte como un regalo de salvación o sufrimiento.
La espada se abrió paso por mis músculos lentamente. Noté cómo llegaba a mí la muerte, con un dulce olor a aguamiel y a vino.
 

 Corazón sin miedo       -Subgénero terror-
Pablo falcón Padrón
Aquella noche, como casi siempre suelo hacer, me levanté a beber un vaso de agua. Cuando terminé escuché un ruido poco común, como si del llanto de una niña pequeña se tratase. Los ruidos venían del viejo sótano donde mi padre guardaba sus herramientas. Los ruidos eran cada vez más bajos.  Yo estaba desesperado, acababa de ver una película de terror. Corrí a por un cuchillo y bajé despacio al sótano. No hallé nada más que un montón de material para la continuación de una obra. Me fui a dormir.
Al día siguiente por la noche, me volví a levantar; esta vez  no era para averiguar qué horripilante y sangrienta criatura vivía en el sótano de mi acogedora casa. Avisé a mis padres, empezaron de nuevo aquellos extraños ruidos. Fue la noche que más miedo pasé en mi vida. Bajamos al sótano nuevamente y descubrimos a los verdaderos culpables:
Eran dos pequeños ratones buscando cobijo.


El barco             -Subgénero ciencia ficción-
Yanira Hernández Rodríguez
Todo empezó en 1912. David y Jaxon eran hermanos adinerados que habían comprado el famoso barco Titanic.
Cuando ocurrió el trágico accidente que estuvo en boca de todos y todas durante décadas Jaxon desapareció, dejando a David solo. David, angustiado por la culpa del famoso barco, decidió quitarse la vida.
Al cabo de varias décadas, aparece un misterioso hombre que reconoce a Christian como el único y honrado hijo de David. Ambos coinciden un día en la plaza del pueblo y se sientan a hablar:
- ¡Qué buen día!, ¿no cree usted, señor? - Dice Christian con el corazón a mil.
-Sí, querido joven, tiene usted toda la razón.- Dijo el hombre.
-Sé quién es usted y sé a por lo que ha venido. -Dijo el chico furioso. -Has venido a por la fortuna de tu hermano, ¿no es así, querido tío?-
-No, joven, no te equivocas, pero no me llevaré su fortuna en materiales, sino su verdadera fortuna, que eres tú. -Dijo el señor.
Entonces el misterioso hombre se quitó el abrigo y abrazó a Christian. El hombre no era Jaxon, era el fantasma de William, un viajero del barco hundido. William al abrazar a Christian absorbió su alma, dejando abandonado el cuerpo sin vida en aquel banco donde hablaban.
  

El gran asesinato        -Subgénero policíaco-
Carmelo Valido Rodríguez
Me adentraba en aquella casa extraña, que siempre me había llamado la atención. Era martes 13 de octubre, no sabía que aquel día no iba a ser recordado como cualquier otro.
Llegué, abrí la puerta y entré, todo estaba abandonado, había tela de araña, muebles rotos y libros por el suelo, entre todo eso vi algo que me llamó la atención, entonces me acerqué para fijarme mejor. Cuando estuve más cerca descubrí que era un cadáver. Me asusté y llamé a la policía.
La policía me dijo que era un señor de 80 años que vivía allí. Empezó a investigar y dijo que había sido asesinado. Sacaron todas las pistas posibles y las llevaron al laboratorio. Sospechaban de un vecino del señor llamado Juan Presidio López, que durante los últimos meses habían tenido peleas, que en algunas ocasiones terminaban con heridas.
Tras semanas de investigación y muchas horas de trabajo habían cambiado de sospechoso, parecía que Juani se había mudado hacía 7 meses al Confital. Ahora el principal sospechoso era Sixtolo, que solo había tenido una pelea con la víctima, pero no se fijaron en que Sixtolo lo intentó asesinar en una ocasión.
Sixtolo encajaba perfectamente, entonces fue cuando fue sometido a algunas preguntas:
Policía:  -¿Por qué lo mataste, Sixtolo?
Sixtolo:  - Un día me llamó chorizo, me cabreó y lo maté a cuchillo.
Al final, el asesino fue Sixtolo, que lo apuñaló cinco veces en la caja del pecho provocándole la muerte.
Sofia Bordonaro 2ºB
                                               “Estrella por un día” novela policíaca

Aquella mañana era fría y todavía la ciudad estaba durmiendo.
Solo se escuchaban los ruidos de los motores de algunos coches de personas que iban a trabajar de madrugada y el barrendero era uno de ellos. Juan, -este era su nombre- llevaba un buen rato trabajando, cuando por fin llegó a los contenedores de basura. Algo le llamó la atención…  tumbado en el suelo yacía el cuerpo de un chico. A primera vista podía aparentar tener unos 25 años de edad.
Asustado, el pobre Juan rebuscó en la basura que estaba a su alrededor para asegurarse que no había algo más. Temblando pudo coger el móvil para avisar a la policía. Con fatiga pudo pronunciar algunas palabras pidiendo socorro. Rápidamente llegó una ambulancia y enseguida aquel lugar se llenó de gente. El barrendero, el señor Juan, se sentía una estrella.
Ese era su momento. Los policías le hacían un montón de preguntas, la gente le agradecía su coraje, su sangre fría.
El cadáver llegó al hospital para la autopsia. Unos días después la noticia que ha dejado todo el mundo sin palabras que decir:
“A la cárcel el barrendero”… “Una estrella que solo ha brillado un día”…
Eso no fue un accidente (se leía en el periódico). Aquella  madrugada el señor Juan cerró su mente con el chico que le había “robado” su novia, la bella Helena.
            La rabia le remordía por dentro y aprovechó la oscuridad de la noche para matarle con un golpe en la cabeza.
            Ya no había marcha atrás, ya toda su vida había cambiado, ya su novia no era suya, ya en el horizonte no veía un futuro… ¡ya solo la muerte le daba consuelo!

 Carmen Sánchez Alemán 2ºB                 
                                   El pueblo de mi abuela  → novela de terror
Allí estaba yo, con toda mi familia en el coche, de camino al pueblo donde vivía mi abuela (vamos todos los años a visitarla); ya llevábamos casi dos horas en el coche, y encima, mis hermanas mayores no paraban de discutir, es que yo soy la más pequeña de las tres.
“No me lo puedo creer, me va a dar algo aquí dentro y estas dos no paran”. Mi abuela vive en un pequeño pueblecito, con muchas leyendas y muy apartado de la zona urbana.
Vive tan lejos que se nos hizo de noche en el coche. Mi padre paró porque mi hermana estaba mareada, “por fin silencio”, mi hermana, la mayor de todas, Andrea, bajó del coche, y mis padres con ella, y… entonces fue cuando ocurrió… no me quiero ni acordar, mi hermana Paula y yo nos quedamos en el coche solas durante bastante tiempo: “¿pero dónde estarán?”.
Paula fue a buscarlos y ella tampoco volvió, empecé a asustarme, llevaba más de 20 minutos sola.
De repente… un estruendo, y a los cinco segundos vi a toda mi familia correr al coche: estaban todos, mi padre deprisa lo puso en marcha, estaban pálidos, yo era una cría de 10 años, no dije nada, ellos tampoco, nunca me dijeron nada. ¿Qué habrían visto?  Nunca lo sabré.

 Christian Domínguez Hernández 2ºB

Poco a poco hasta ser un puntal  → novela de aprendizaje

Una vez Christian se levantó con la idea de que ese día iba a ocurrir algo especial, y así fue, ese día venía un monitor de lucha canaria a explicar en el colegio, lo que era ese deporte y al observar cómo era, al muchacho le gustó y se apuntó a lucha canaria, en aquel entonces Christian tenía nueve años , le quedaba poco para hacer la comunión, y se apuntó en la lucha no solo porque vino ese hombre a explicar, sino porque su padre y su tío habían sido luchadores.
Poco a poco el muchacho siguió creciendo, ya tenía trece años y era muy bueno en ese deporte, y lo eligieron para la selección de Gran Canaria de lucha; un año después, con catorce, lo fueron convocando para la selección.
La selección había sido en Fuerteventura y en Tenerife.
En Tenerife lo vieron luchando y vieron que el muchacho valía. Lo llamaron del C.L. Victoria en Tenerife para que fichara con ellos allá, solo le pagan el viaje, alojamiento y comida, y él les dijo que no, que todavía tenía tiempo para fichar fuera de su isla.
Él estaba fichado en el C.L Roque Nublo en el Cruce de Arinaga que fichó en el 2013 porque había tenido unos problemas con su anterior equipo, así que el muchacho siguió luchando hasta cumplir los 18 años, cuando el chico ya iba destacando lo llamó el C.L. Victoria, porque era increíble que un juvenil tumbara a un senior, entonces decidió fichar en aquel equipo de Tenerife por doce mil euros al año.
Al año siguiente de fichar ahí se lo rifaban todos los equipos porque lo habían subido directamente a puntal A.
Aunque sus lesiones se lo impidieran.

Cristian Ramírez Valido 2ºB 
La huella en la arena terror
Por una vez en mi vida se aproximaba un gran cambio radical.
 Un día, en la arena descubrí la huella de un pie, era de una sola pierna, me pareció muy raro y extraño y me acobardé mucho;  miré a mi alrededor y no había nadie, ni se escuchaba ningún ruido extraño.
Volví a mi casa, de tan rara que me pareció la huella, de camino a casa daba tres o cuatro pasos y de tanto miedo miraba hacia atrás, ya que me pareció raro.
Cuando llegué a mi casa, rápidamente cerré las ventanas y las puertas y corriendo me refugié en mi habitación y me acosté, me quedé dormido y empecé a tener pesadillas con unos monstruos deformes y muy feos.
 Al día siguiente me paré a pensar que la pisada podía ser de mi propio pie. Rápidamente salí de la casa y me fui corriendo hacia la playa para comparar la huella aquella con la de mi pie. Al llegar al sitio de la huella puse mi pie encima y descubrí que ésta era mucho más pequeña. Me  dieron unos escalofríos, regresé a mi casa pensando que la isla estaba habitada.
Un día, me eché a caminar y llegué a uno de los extremos de la isla y lo que vi me espantó. La playa estaba llena de cabezas, manos, pies y más huesos humanos. Rápidamente me llegó a la cabeza que eran restos de nuestros ante pasados y corrí, muy asustado, hasta mi casa. Yo sabía más o menos que era muy evidente que fueran  quienes fueran esa gente no pertenecían al lugar, sino que llegaron a mi isla para hacer sus brujerías y comidas.
Ya llevaba casi dos o tres días que no veía mis huellas por ninguna parte.
Al año siguiente, me fui y me alejé más aún de mi otra casa, con el tiempo me fui tranquilizando y volví a mi vida normal y corriente. Un día se me ocurrió hacer una trampa para coger a la gente que estaba haciendo brujerías y matando gente. Por la noche cogí la escopeta y fui a la montaña y vi a esa gente trayendo cadáveres para comérselos y desde que los vi, les solté cuatro tiros y los maté.